Escribo con premeditación,
nocturnidad y alevosía, lo reconozco… lo hago amparado por las sombras de
la noche, arropado por el silencio que me rodea, envuelto en las ideas que
quiero plasmar en estas líneas… sí, lo hago adrede, lo hago cuando la ciudad
duerme y lo hago sabiendo que no obtendré una respuesta inmediata y todo ello
me hace sentirme un delincuente, como si estuviese cometiendo un delito,
sintiendo que tengo que moverme agazapado entre portales, esquivando farolas o
las luces de vehículos… tratando de esquivar tu mirada, evitando cruzarme
contigo o, como ahora, esperando a que duermas para enviarte cuatro
pensamientos…
Tanto rodeo para
decirte que te echo de menos. Que extraño tus ojos y cómo me miras (sobre todo
y especialmente, cuando no nos miran), que echo de menos tu sonrisa y tu risa
cuando alguna de mis tonterías te toman desprevenida y relajada, que, incluso,
me faltan alguno de esos “imbécil” que me has dedicado mirándome fijamente o de
reojo, pero sin darme la espalda… En estos momentos, en mi cabeza, están en
plena ebullición, recuerdos que forman burbujas que explotan y se mezclan con
otras que crecen y también explotan y se vuelven a mezclar, acerca de los
secretos que entre susurros nos hemos contado, las palabras que nos hemos dicho
y las que hemos callado, lo que hemos querido entender y lo que hemos preferido
no hacerlo…
Sí, también sé que
me falta valor para ir a buscarte y decirte todo esto a la cara y sellar un
pacto tácito entre nosotros con un beso. Me falta la valentía necesaria para
decirte todo lo que siento, todo lo que pienso, todo lo que provocas en mí…
Quizás, algún día me atreva… Quizás, algún día nos volvamos a encontrar… Quizás…
Ojalá… Mientras tanto, mientras tú o yo nos armamos de valor, voy a imaginarnos
un ratito, voy a pensarnos en un cafuné, no sé si de mí hacia ti o de ti hacia
mí.., pero un cafuné… Y, quizás, también, puede que nos imagine en un café y
que ambos veamos que sí, que nos gusta...