Entre ayer y hoy tres personas diferentes han tenido el mismo detalle conmigo. Y reconozco, siendo un poco presuntuoso, que me ha gustado y me he sentido muy bien interiormente.
PRIMER DETALLE: me llamó ayer por la tarde mi hermano desde Canarias (allí vive y trabaja) para felicitarme por el Campeonato del Mundo. Gracias, Pablo, sé que no hablamos todo lo que debieramos, pero también sé que el uno está en el pensamiento y en el corazón del otro. Te quiero.
SEGUNDO DETALLE: me ha llamado un entrenador por otro motivo, pero una de las primeras cosas que ha hecho ha sido también felicitarme por ello, y yo le he devuelto la felicitación. ¿Cómo no hacerlo Juan? No sólo felicitarte por ello, sino por hablar contigo. Me gusta hacerlo, ya lo sabes.
TERCER DETALLE: me he encontrado con una persona por la calle a la que hacía tiempo que no veía. La conversación apenas ha durado dos segundos y ha sido algo así como: - ¡Hola!; - ¡Hasta luego!; -¡Enhorabuena! .... Me temo que el Gracias se ha perdido en el aire y no sé si ha llegado a escucharlo.
Tres historias parecidas, similares, con un denominador común, que es que soy Campeón del Mundo, aunque para ser honesto, tengo que decir que no soy el único. ¡¡¡¡SOMOS CUARENTA MILLONES DE CAMPEONES DEL MUNDO!!!!
Una de las mejores frases que he podido leer estos días pertenece a Andrés Jiménez (otro día tengo que hablar de aquella generación de la Plata de Los Ángeles'84): “Nuestra selección ha conseguido no sólo hacernos campeones del mundo, sino el milagro de que nos sintamos así”
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