lunes, febrero 26, 2007

ed wood (1994, tim burton)

Esta noche entregan los Oscar de Hollywood, que viene a ser, en teoría, los premios a los mejores en su especialidad, dentro del cine. Aunque luego la realidad no es así. O, al menos, no me lo parece a mí. Pero no es eso exactamente de lo que quiero hablar. Un acontecimiento así me trae a la memoria los cines de antes. Bueno, en realidad, me recuerda los antiguos cines y las diferencias con los actuales. Y no sé, quizás soy anciano en el espíritu, y es por ello que empiezo a contar batallitas y en ellas me da la sensación de que lo de antes era mejor. Sé que no es así, que no es que fuese mejor, sino que era diferente. Era lo que era. Pero parece mejor.

Así que recuerdo cuando los cines no eran grandes centros comerciales donde podías adquirir mil y una chucherías y distintos tipos de refrescos. Cuando sólo tenían una sala y únicamente una película para ver. Cuando las butacas no eran los asientos de una nave espacial. Cuando las palomitas sabían diferentes, posiblemente sabían a palomitas porque la máquina que las hacía era rudimentaria y no totalmente mecanizada. Recuerdo que entrar en la sala con las luces apagadas era algo casi místico. Todo el mundo en silencio, casi se podían escuchar las respiraciones de los espectadores. El acomodador, iluminaba el suelo con la linterna y, gentilmente, te ayudaba a encontrar tu asiento. Cuando el suelo no estaba forrado de moqueta. No sé, recuerdo otras cosas diferentes a las que veo ahora. Bueno, claro y la entrada se pagaba en pesetas. En pocas pesetas.

Hace dos veranos, por cosas de estas que hago, estuve en un pueblecito rodeado de montañas, y viví de nuevo una experiencia que me recordó a los momentos en que yo era niño. Un día fuimos al cine. Sí, al cine, al único cine, a la única sala de cine. Una gran sala. Hileras d e butacas de madera. Tres pasillos, uno central amplio y otro en cada lateral. Con un pequeño mostrador en el que se podían comprar apenas cuatro cosas. Con una película que llegaba el jueves y allí estaría hasta el jueves siguiente. Y sobre todo, con un gallinero. Conseguí poder subir y entrar en él. Una especie de palco por encima de todos, junto al proyector. No demasiado grande, pero un gallinero. E inmediatamente una sonrisa acudió a mi rostro. Lo noté. Y ocurrió porque recordé cuando siendo niño, vi algunas películas en un sitio como aquél. Y fue bueno, porque llenó de paz mi interior. Otro día cuento cuando fui al cine por primera vez y vi "Toby".


PD: ¿Por qué muchas de las películas de ahora viven de los efectos especiales y el ordenador? ¿Tan difícil es rodar otras del estilo a "El hombre tranquilo", "La ventana indiscreta", "El nombre de la rosa", ...?

2 ingredientes:

Anónimo dijo...

RECUERDO QUE EN AQUELLOS AÑOS SE PODIA FUMAR,AL SALIR DE CLASE NOS IBAMOS UN GRUPITO,LO QUE PROYECTARAN NOS DABA CASI IGUAL LO QUE MAS NOS ATRAIA ERA DAR RIENDA SUELTA A NUESTRO DESEO DE SENTIRNOS MAYORES E IMPORTANTES TENIENDO UN TABACO EN LA MANO SI,NOS DABA STATUS...AHORA SIN LUGAR A DUDAS LO QUE MAS ME GUSTA SON LAS PALOMITAS CON CARAMELO,MUCHO CARAMELO,BUSCO DENTRO DEL BOTE LAS QUE SE APIÑAN.

Anónimo dijo...

El cine de mi barrio, en casa de mis padres era enoooorme. Dos pasillos laterales y acomodadores.
Proyectaban películas, daban mítines y hacían espectáculos de baile.
En el bar (ambigú) solo vendían palomitas, regaliz (rojo) y patatas fritas.
La primera película que vi se llamaba "Las aventuras de Chatrán", el tal Chatrán era un gato inquieto. Fue el día siguiente al de mi Primera Comunión.
Puedo describirlo todo como si lo viera, como si lo oliera ahora mismo.
Mi abuela fue la encargada de llevarme al cine, a la sesión matinal de las 12 que ya no se si existe en los cines. Durante muchos años, la pobre tuvo que sufrir "El rey león", "Batman"... Y comprarme regaliz sin que se enterara mi madre...
Cuando los multicines lo hicieron insostenible económicamente, cerró. Hoy es un Ahorra Más. Cuando entro, todavía veo las butacas...

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