miércoles, febrero 28, 2007

el partido (1999, mick davis)

Hoy he descubierto un bien de primera necesidad. Uno de esos que te proporcionan calidad de vida. Un objeto sin el cual hay quien no puede vivir, que lo necesita tanto como el respirar o el agua. No lo había tenido en cuenta, porque no lo creía tan imprescindible como lo he visto hoy. Siempre ha estado ahí. En realidad creo que es de un bien de lujo, ya que existen pocos de su especie y siempre están muy codiciados. Los hay de distintas formas, colores, materiales y hasta tamaños. Pero siempre son accesibles sólo para unos pocos. Efectivamente, me refiero a los taburetes (o banquetas) de los bares, cafeterías, pubs o cualquier otro sinónimo que se nos ocurra tales como tabernas o tascas.

Sí, porque resulta que quizás no lo necesitas, y están todos libres, pero, en cambio, el día que entras al local y te encuentras cansado y agradecerías sentarte en uno de ellos, están todos ocupados. Es más cuando alguien hace ademán de levantarse, varias miradas se dirigen a él (al taburete, no al usuario), distintos pares de ojos que observan fijamente el trasero del afortunado que está sentado, esperando impacientes el momento en que el culo deje de tener contacto con el asiento para abalanzarse sobre él (de nuevo me refiero al taburete). Porque ésa es la señal no escrita, tácitamente aceptada ("el que se fue a Sevilla, perdió su silla"). En el momento en que no hay contacto, la banqueta ya no pertenece a nadie, dicho de otro modo, el primero que la coja, para él. Un taburete, en algún momento, para algunos, se convierte en lo mismo que el oasis para el que viaja por el desierto. Esa banqueta se transforma en el tesoro más preciado con el que disfrutar del refresco, del café o, tal vez, de la lectura de la prensa. Sólo por ello, uno se siente mejor, quizás, hasta alguien poderoso. La próxima vez que me levante de uno de ellos, miraré a los dos lados antes de dejarlo libre. No quiero que me atropellen (bueno también me encantará ver de nuevo los ojos ávidos de ese majestuoso trono. Lo sé. Soy cruel).


PD: ¿Por qué me parece que quienes desean esas sillas son los maridos de las que me encuentro en el autobús? ¿Será que los relaciono por el asiento? ¿Son incómodos por tratarse de un bien preciado? ¿Se trata de eso? ¿De que los utilice mucha gente poco rato? Claro, puro marketing.

1 ingredientes:

Darblog dijo...

En inglés, "You move your meat, you lose your seat." Your meat es tu cuerpo.

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