lunes, enero 04, 2010

el regreso del hijo pródigo (1662, rembrandt van ryn)

Me lo han dicho hoy. No he sabido qué responder. Miles de cosas han pasado por mi cabeza. Miles. Y, sin embargo, me he callado. No he abierto la boca. Me limitado a asentir con la cabeza y mantener el silencio. La frase ha sido, al menos para mí, demoledora, no sé, me ha hecho pensar en mi vida pasada y mi vida presente. La frase ha sido, textualmente: “lo que necesitamos no es que nos quieran mucho, lo que necesitamos es que nos quieran bien”. Y ahí me he quedado. Silencioso. Inmóvil. Con la cabeza generando mil pensamiento a la vez. Mil ideas generándose al mismo tiempo. Y no he sabido qué decir. Desde luego que he pensado si yo he querido mucho o bien. No lo sé. Creo que he hecho de ambas cosas. Unas veces juntas. Otras, por separado. Que no digo que esté bien o mal, sólo que lo he hecho...


Frases como ésta me hacen darme cuenta de lo afortunado que soy. De la buena estrella que tengo al rodearme de gentes muy valiosas en distintos ámbitos y que tienen a bien incluirme en sus círculos más próximos. Quizás, por oposición, también sirve para que uno se dé cuenta de que no es tan bueno, en algunos aspectos como pretende hacer/se creer. No sé que son ideas que me vienen a la cabeza y lo mismo no tienen ninguna conexión con nada, o quizás con todo. No lo sé, ni idea. Pero me siento muy bien por saber que me rodean mentes limpias y claras que me iluminan en mi vida diaria. Me hace sentir bien saber que hay faros que alumbran para que no naufrague contra riscos y acantilados. Aunque, a pesar de ello, me encabezone en pilotar la nave hacia la oscuridad. Pero los faros, y sus fareros, siguen ahí... Eso lo sé...


Pues eso, que, posiblemente sea todo cierto. Que lo único que necesitamos es que no quieran bien, no mucho. Es decir, que necesitamos que nos quieran con calidad....



PD: ¿Hemos querido con calidad o con cantidad? ¿Y cómo nos han querido? ¿Cómo fuimos más felices?

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