martes, noviembre 02, 2010

mujeres en el mercado (1944, miguel prieto)

Me pide el cuerpo hablar de piratas y bandoleros. Charlar sobre la canallesca, los bandidos, los ladrones y traidores. Despotricar contra los timadores, estafadores y embaucadores... Pero no, no es el momento. Tiempo habrá para que “Silbadora” y yo nos veamos con ellos, para que ajustemos cuentas y tengan que capitular y, entonces, ya veremos de qué pasta está hecho cada uno. Ya veremos quien mira a la cara, a los ojos y dice lo que tiene que decir. Pero no será hoy, no. Ya encontraré ese momento. Mientras, afilaré el colmillo, engrasaré mi espada y esperaré... Y como hoy no es el día, quiero presentar a Antonio. Antonio es un tipo que había visto dos veces en uno de los locales donde me suministran la cafeína habitualmente. Nunca había hablado, aparte de unas pocas palabras de cortesía. Pero, el sábado decidió romper esa barrera. Creo que la cantidad de vino blanco en sangre le ayudó a tomar esa decisión.


Fueron cuarenta minutos muyyyyyyyyy intensos. Básicamente, porque ese alcohol que le había permitido romper las barreras también le proporcionó incontinencia verbal. Y no calló en todo el rato de conversación, salvo por un par de minuto en que salió a mover la furgoneta porque la tenía en doble fila... Así fue cómo en ese poco más de media hora, me enteré que tiene un puesto en MercaMadrid y que se levanta todos los días a las tres y cuarto de la mañana, que tiene tres verdulerías en la capital del Reino, que es de Toledo, que cría bonsáis en Almería y que su socio es hermano de Saddam, me dio su opinión (sin necesidad de preguntarle) sobre la política económica, social y laboral de este momento... Fidel, Chavez, los Yueséi, Zapatero, Gallardón y, principalmente, Bono (del cual me dio una lujosa lista de detalles y propiedades) también se pasearon por nuestra/su charla.


En el fondo, Antonio es un tipo que me cae bien. Es campechano, normalito, trabajador, intuyo que serio en su trabajo, con sus problemas y opiniones. Y, a mí, simplemente, me tocó escuchar algunas de ellas....



PD: ¿Se te han acercado desconocidos y te han empezado a hablar? ¿Qué piensas en esos momentos? ¿Será esa necesidad de hablar producto de la soledad?

2 ingredientes:

Ros dijo...

jajajajaja... se me han acercado y muchas veces he sido la desconocida que habla. Más que soledad es manera de ser. Soy extrovertida y te puedo asegurar que no me falta en la vida gente alrededor pero también he de reconocer que hay situaciones que me hacen hablar con gente que no conozco y no tengo ni vergüenza ni pudor. Si la persona no reacciona bien, paso. Es igual cuando alguien me habla a mi: si estoy de buen humor sigo, sino, ya le puede ir dando.

Esta mañana sin ir más lejos he preguntado dónde estaba el ayuntamiento de Vallecas: la respuesta ha ido acompañada de la historia de la vida de una señora de unos 50 años a la que mantiene su hijo y que se avergüenza por ello... desde luego que no me ha importado escucharla, ya hay gente que me escucha a mi. Es curioso, tengo programada una entrada para mañana en la que habla de conversaciones.

lussor dijo...

tienes razón... aunque la idea es que mi posdata haga pensar, tu comentario me ha obligado a mí a hacerlo... muchas veces somos nosotros los que hablamos y hablamos, otras las que nos toca escuchar... y, posiblemente, no es por soledad, o no es únicamente por ello, también es por la necesidad de que nos escuchen o, quizás, y nada descartable, por escucharnos a nosotros mismos en voz alta....

... espero ansioso esa entrada....

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