viernes, mayo 25, 2012

con las manos en la masa (1984, vainica doble y joaquín sabina)

Hace cosa de dos o tres semanas, aunque tal vez fue hace un mes ya, aparecieron por casa, todos juntos, Belcebú, Lucifer, Luzbel, Mefistófeles, Satanás [no, éste no vino…] encarnados en una sola persona portando, en sentida ofrenda, un objeto que no puede ser otra cosa que una creación del Maligno. Se nos presentaba, además, en forma de usufructo vitalicio sin que existiera opción al rechazo, a la negativa, a no aceptar tamaño agasajo…. Así que este artefacto, capaz de cortar, mezclar, amasar, cocer a fuego lento, hervir y cocer al vapor… se ha hecho fuerte en la cocina y no hay manera de sacarlo de ahí, ha tomado como rehenes a dos sartenes y una olla exprés, amenazando con rayarles el antiadherente si no lo utilizamos con regularidad. Y así estoy, sometido a la voluntad de la p*t* Thermomix…

Recuerdo con añoranza cuando era apolíneo, bien fibrado, mis facciones recordaban a los modelos griegos [por el tema de la nariz…], vamos, que me acuerdo de cómo era hace mes y medio… y ahora soy, más bien, parecido a Sancho Panza, bueno, en realidad más a Panza que a Sancho [y sí, me estoy refiriendo al Sancho Panza de los dibujos animados con la voz de Antonio Ferrandis]. Porque resulta que este invento del Demonio hace masas para tartas y pasteles, y pollo al chilindrón, y lentejas, y garbanzos, y …. salsas, hace ¡¡SALSAS!! Si yo, en el fondo, me conformo con poco. Me das una olla de arcilla, un trípode de madera y un fuego y soy feliz. Si no pido más…

De modo que así me encuentro, en plena “dieta de la Thermomix”. Sufriendo cada día, en cada comida o cena, por ver qué ha preparado, con qué me sorprenderá el dichoso artilugio y preocupado por el estado de salud de los secuestrados, temiendo en que en cualquier momento puedan oxidarse por el no uso, pensando en cómo liberarles y en cómo librarme yo de esta esclavitud… Lo cierto es que a este artilugio le veo muchas pegas, y la principal y fundamental es que… ¡¡NO HACE CAFÉ!!


PD: ¿No es la cocina probar, calcular, subir el fuego, bajarlo? ¿No alteran estos aparatos esa “ciencia” del cocinar? ¿Me he quedado en el siglo XVII?

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