
Pero hablemos de ellos en general. Todos los pueblos (como el mío, mayores o menores) en cualquier lugar del mundo, tienen su cementerio (es curioso comprobar que hay cosas que nos unen a todos). Y en cada uno de ellos, tras esas paredes grises (porque reconozcámoslo, no son sitios que inspiren alegría y sea cual sea el color del muro, siempre lo vemos gris) descansa un fragmento de la historia, quizás no de la que aparece en los libros, pero sí de nuestra propia historia de cada día. Quizás, si el pueblo es importante, podamos descubrir el último lugar de descanso de distinguidas figuras, o, tal vez, fabulosas hazañas, o acaso, leyendas ya enterradas en el recuerdo. Pero siempre, un trozo de nuestro pasado.
Dejaba intuir antes que las visitas a los camposantos no son acontecimientos atrayentes ni atractivos. Salvo en fechas señaladas, no solemos acudir a ellos y, en ocasiones, pienso que no existe un lugar que rezume tanta tranquilidad, tanta paz, que no hay ningún otro sitio en el cual el silencio, aun estando al aire libre, te envuelva tanto y puedas oír tan claramente tus propios pensamientos. No sé, ideas mías.
PD: ¿Alguien se ha fijado alguna vez cómo los gitanos honran a sus fallecidos? ¿Por qué me parece más cercano que lo que hacemos el resto? ¿Por qué esta moda por incinerar al fallecido?
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