
Y eso que estaba bien. Aun siendo una entrada poco común dado que sus protagonistas eran dos muñecos, dos marionetas, dos títeres (por cierto, apuntemos en mi debe una próxima entrada sobre los títeres). Pero era algo que me pedía el cuerpo. Posiblemente porque Epi y Blas pertenecen a mi infancia, y junto a ellos, Coco (y su alter-ego, SuperCoco), y Triqui, el monstruo de las galletas, y el Conde Draco (¡qué obsesión por contar tenía este hombre!), y la rana Gustavo, y la gallina Caponata, y el caracol Perejil, y .... En fin, que me desvío, decía yo, que la entrada sobre Epi y Blas no estaba nada mal. La voz susurrante del juguetón Epi despertando a Blas en medio de la noche para preguntarle cualquier absurdo y éste no sabiendo al final por donde salir. El candor y la inocencia de uno frente a la seriedad y rectitud del otro. Las rayas horizontales del jersey frente a las verticales. El naranja frente al amarillo.
Tenía pensado contar que yo, cuando era niño, quería ser Epi, el gracioso, el travieso, el divertido, el de la sonrisa perenne. Pero me temo, que me he convertido en Blas, el serio, el triste, el correcto. En fin, supongo que he crecido, aunque sigo creyendo en las hadas y los Magos de Oriente. Pero bueno, que de todo eso no voy a hablar hoy, porque me he levantado algo desganado. Lo siento.
PD: ¿Hay personajes ficticios que aún eres capaz de recordar con una sonrisa? ¿Pertenecen a tu niñez? ¿Y sabes por qué te marcaron y el motivo por los que aún los recuerdas?
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