
Aunque a mi pueblo también han venido en las fiestas patronales, mis recuerdos se concentran en el pueblo que es más pueblo que mi pueblo. Allí, sentado en el suelo, rodeado de otros niños con los que te disputabas un palmo de asfalto en la plaza, mientras sonaba la musiquilla preludio de la función, esperando a que ésta comenzase. Y empieza. Gritos avisando a Gorgorito de la presencia de la bruja o del Ogro. Explicándole por dónde habían huido. Advirtiéndole que no bebiese esto o aquello…. Recuerdos. Mis recuerdos.
En el fondo, Gorgorito es un niño héroe. Una mezcla entre Tarzán y Robin Hood, que utiliza los gritos de guerra del hombre de la selva, defiende a los buenos en contra de los malos, e imparte justicia a su manera. Pero también es algo más. Es el espíritu que encandila a los niños y cautiva a los mayores, porque a ellos les gustó cuando eran niños y lo siguen recordando, y traen hoy a sus hijos y nietos para que disfruten de las aventuras, como lo hicieron ellos.
Maese Villarejo ya no está. Doña Josefa, poco a poco, se va desvinculando. Por suerte, ambos tuvieron a Juan y Mónica. Y éstos siguen con el trabajo que comenzaron sus padres: hacernos felices a niños y mayores durante un ratito. Pequeñas gotitas de felicidad en nuestras vidas. Y al final de cada función no dudaremos en cantar con los muñecos eso de “Té, chocolate y café”. Curioso que unas marionetas, unos títeres, puedan hacernos tan felices. Gracias. MUCHAS GRACIAS.
PD: ¿Recuerdas aquellas cosas que de niño te hacían feliz? ¿Y las revives si tienes oportunidad? ¿Por qué será que me gusta hacerlo, pero pensarlo me produce melancolía?
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