
Me pregunto qué nuevas excusas veremos para evitar comer verdura o pescado. Dudo sobre cuántos niños aludirán a una presunta alergia para no comer tomate en la ensalada (aunque ya sé, después de haber hablado con los padres de ellos, que ninguno la padece), cuántos arañazos supondrán un tremendo drama, cuántas niñas extrañarán a sus madres y, llorosas, se aferrarán al teléfono y, sollozando, solicitarán su cariño. Me preocupan las madres que añorarán a sus criaturas (porque las habrá, seguro) y me llamarán pidiéndome (en algún caso, incluso, exigiéndome) poder verlas. Y sobre todo, me intriga saber cómo estos locos bajitos, palian la ausencia de sus progenitores. Hace unos años, y es algo que recuerdo con ternura, descubrí que uno de los niños, para dormir tranquilo, se aferraba a las noches a un osito de peluche. Nada extraño, pensé. Hay mucha gente, y no sólo niños, que lo hacen, pero la sorpresa vino cuando me enteré que ese osito estaba impregnado del perfume de su mamá. Y pensé que los niños son muy listos, sólo que, muchas veces, o nos los escuchamos o no les dejamos hablar.
PD: ¿Qué es peor? ¿Un niño añorando a su madre? ¿O la madre al niño? ¿Es un campamento la excusa perfecta para que los padres se queden unos días solos?
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