
El pero, porque siempre tiene que existir uno, es que tuve que cargar con la maleta todo el día. Bueno, gajes del turista diremos que fueron. Pasear por el parque está lleno de sorpresas que me deslumbraron (bueno, sí, soy bastante simple y poco necesito para ello) con sus palacios, el estanque realzado por el monumento dedicado a Alfonso XII y poder disfrutar de sus barcas (algo que aún me queda pendiente, ya que aún no tengo coordinación suficiente para remar con ambos brazos, bueno, eso y que la última vez que traté de hacerlo, casi vuelco la barca con mis tres compañeros), monumentos, rosaleda y variopintos personajes que encontraremos a lo largo de sus recorridos, como músicos, artesanos, tarotistas, deportistas, masajistas, pintores, títeres, etc. Cogimos uno de esos caminos laterales y allí, a la sombra de unos arbolitos, sentados en un banco, hablamos de lo divino y de lo humano, de lo celestial y lo terrenal, de ilusiones, de esperanzas, .... En fin, fue un espléndido epílogo para un fin de semana en la capital del Reino (que aunque yo prefiera a la ciudad del Conde, también mola ésta)
PD: ¿Por qué las mismas experiencias vividas con días cálido o con lluviosos se convierten en vivencias diferentes? ¿Por qué asociamos el calor y buen tiempo con gratos recuerdos y los no tan buenos con la lluvia y el frío? ¿Tanto nos influye el clima?
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