miércoles, junio 20, 2007

el toro guapo (1984, el fary)

¡No me jodas José Luis! Eso no se hace. Así, sin más. Sin avisar. Vale, lo sé. Sé que es tu carácter, pero no me ha gustado un pelo. Contigo todo era de ley, no había trampa ni cartón. Todos los tópicos que se te atribuyeron eran ciertos: la simpatía, el casticismo, los ademanes toreros y la pata a la llana. La conexión contigo era instantánea, no había forma de que aquel tipo 'recortaete', según tú mismo te definías, te cayera mal, independientemente de la opinión que uno pudiera tener de su música. Mantener una conversación contigo era sumergirse en la España abismal, más que profunda. Sometías a tu interlocutor a un ejercicio mnemotécnico para recuperar el sentido de palabras ya en desuso, de modismos locales, de aromas llegados del pasado. Si uno entraba al trapo, enseguida respondías "¿Cómo se llama tu menda"?, decías en cuanto te dabas cuenta de que uno te había cogido el tranquillo. A partir de ahí uno ya era un "fenómeno".

Siempre lo tuviste claro: "Soy tigre en la selva; y señor, donde hay que ser señor". Por tanto, cuando te preguntaron una vez acerca de tu famoso affaire con Ava Gadner supiste poner los puntos sobre las íes: "Fue una noche maravillosa, siempre en el buen sentido. A lo mejor ahora hubiera intentao rematar. Y anda que iba a tardar en contarlo, ¡pas!, he puesto ahí. Porque si le pones una varita a la Ava Gadner y no lo cuentas... Eso hay que contarlo. Ahí cualquiera pierde... Aquella tía, con aquel morrazo, cago en la leche, si es que es una alegría".

Y te lo curraste, ¿eh? Empezaste a trabajar en un bar, después repartiste fruta a domicilio, también trabajaste con tu hermano como jardinero. En la mili aprendiste a leer y cuando te licenciaste conseguiste la cartilla de taxista y ahí estuviste, tras el volante, durante siete años. Luego probaste suerte en la hostelería, pero sin éxito. Con el dinero que ganabas te financiabas los discos, que luego vendías en el Rastro. ¿Y ahora qué? ¿Quién le va a cantar a ese torito guapo?


PD: ¿Por qué hay personas que, independientemente de su profesión, nos caen bien? ¿Por qué puede no gustarnos su aspecto profesional y, en cambio, encantarnos el humano? Quizás porque son buena gente. De mayor, yo quiero ser también buena gente (que es mejor que buena persona)

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