
Los otros, son gente que viven sin prisa, que no deben de trabajar (o quizás sean funcionarios, y ésos, ya se sabe, por la mañana no trabajan y por la tarde no van), o, simplemente, tienen ganas de tocarte un palmo por debajo del ombligo (metafóricamente hablando). Pongamos por caso que uno está tranquilamente tomándose un cafelito, al tiempo que ojea (y hojea) el Boletín Oficial del Estado (llámalo BOE, llámalo Marca). Y se acerca el fulano en cuestión, casi siempre son del género masculino, y hace un comentario. Si, en ese preciso momento, levantas la vista hacia él, estás perdido. Acabas de mostrarle una inscripción en tu frente, que sólo él puede leer y que reza: “Ven y cuéntamelo”. Y lo sigue al pie de la letra. Te lo cuenta todo. Su pasado, su presente y su futuro. Y se te acabaron la paz, la tranquilidad y tus pensamientos propios.
Así que, plastas, pesados y “rollistas” del mundo, les espero a eso del amanecer detrás de la Catedral de mi pueblo. Y si me retraso, espérenme un poquito, que lo mismo me ha parado alguno por la calle y me está contando alguna batallita.
PD: ¿Nos daos cuenta cuando estamos siendo un incordio? ¿Cuándo molestamos contando nuestras cosas? ¿Será por eso que me callo todo?
0 ingredientes:
Publicar un comentario