lunes, agosto 13, 2007

composición en gris y negro, retrato de la madre del artista (1871, james abbott mcNeill whistler)

Hace tiempo que no quedo con nadie para medir aceros. Y tengo ganas. Me lo está pidiendo el cuerpo. Desenvainar, oir cómo “Silbadora” sale de su funda, sentir cómo corta el aire, los ruidos que surgen al chocar contra el arma de mi oponente, …. Me lo pide el cuerpo. Y, resulta, que no he comentado nunca que me ponen muy nervioso, me enervan, esas personas, unas veces conocidas, e, incluso, amigas, otras, completos desconocidos, que sin más ni más, por el simple placer de hacerlo, comienzan a contarte su vida, anécdotas pasadas que, la mayor parte de las veces, maldita la gracia que tienen. Exculpo, claro está, a quienes lo hacen porque se encuentran solos, porque no tienen compañía y tienen la necesidad de expresarse, de tener comunicación con alguien, de hacerse oír, de saberse escuchados. Curioso. La mayoría de las veces, estas últimas personas, son ancianos, gente mayor que se sienten el abrumador peso de la soledad. Y cuando se trata de algo así, no dudo ni un segundo siquiera en entablar conversación, en ayudar a que se encuentren más cómodos, en corroborar sus comentarios u oponerme cuando sus opiniones no coinciden con las mías. Pero los otros ….

Los otros, son gente que viven sin prisa, que no deben de trabajar (o quizás sean funcionarios, y ésos, ya se sabe, por la mañana no trabajan y por la tarde no van), o, simplemente, tienen ganas de tocarte un palmo por debajo del ombligo (metafóricamente hablando). Pongamos por caso que uno está tranquilamente tomándose un cafelito, al tiempo que ojea (y hojea) el Boletín Oficial del Estado (llámalo BOE, llámalo Marca). Y se acerca el fulano en cuestión, casi siempre son del género masculino, y hace un comentario. Si, en ese preciso momento, levantas la vista hacia él, estás perdido. Acabas de mostrarle una inscripción en tu frente, que sólo él puede leer y que reza: “Ven y cuéntamelo”. Y lo sigue al pie de la letra. Te lo cuenta todo. Su pasado, su presente y su futuro. Y se te acabaron la paz, la tranquilidad y tus pensamientos propios.

Así que, plastas, pesados y “rollistas” del mundo, les espero a eso del amanecer detrás de la Catedral de mi pueblo. Y si me retraso, espérenme un poquito, que lo mismo me ha parado alguno por la calle y me está contando alguna batallita.


PD: ¿Nos daos cuenta cuando estamos siendo un incordio? ¿Cuándo molestamos contando nuestras cosas? ¿Será por eso que me callo todo?

0 ingredientes:

| Top ↑ |