martes, octubre 12, 2010

the game (1997, david fincher)

Me encanta viajar en tren. Me produce unas sensaciones que ningún otro medio de transporte me da. No diré que es el traqueteo porque eso, a día de hoy, ya no existe. Y, sin embargo por otros viajes realizados en el pasado, en el mismo medio, pero en distintas circunstancias, pasando por recorridos menos transitados, con menos frecuencia… sí que he vivido ese vaivén y, en cierto modo, lo extraño. No obstante, todo ha cambiado buscando nuestra comodidad, acortando las distancias, facilitando nuestro transporte. Y todo ello se corresponde con la realidad actual, muchas de las cosas que nos rodean están destinadas a ello, a nuestra comodidad. Eso fue lo que me encontré durante el trayecto. Paseando por los vagones, acudiendo a una de mis citas diarias con la cafeína, me vi rodeado. La película en el deuvedé del tren. Ayfons. Aypads. Aypods. Emepetreses. Ordenadores portátiles. Noutbuks. Teléfonos móviles. Libros electrónicos…


Y entre todo ese maremágnum electrónico, dos esperanzas, dos ilusiones, nos tablas a las que aún aferrarse y seguir creyendo en los librepensadores. Una niña, apenas tres años, con vestidito de rayas, como si de una muñequita se tratase, sentada en el suelo pintando un cuaderno de dibujos, llenándolos de colores con los lapiceros que se apiñaban en sus pequeñísimas manos. En el siguiente vagón, la otra sorpresa. En esos asientos que se muestran enfrentados (y que tanto detesto), un padre y sus dos hijos, todos ellos chinos (bueno, en realidad sólo sé con certeza que eran orientales) jugaban con cartas. De las de verdad, de las que el insigne Heraclio Fournier diseñó y popularizó, aunque, en honor a la verdad, se trataba de una baraja francesa.


Ver estas dos situaciones creo que, involuntariamente, me hicieron sonreír o, al menos, el inicio de una mueca de una sonrisa. Y mientras, removía el azúcar en el café, pensé que, quizás, todavía haya una pequeñísima luz y que, en algún momento, algún día, en algún viaje, vuelva a sentir el traqueteo montado en el tren.



PD: ¿De verdad que todo nos hace la vida más fácil? ¿Estamos empezando a no desarrollar nuestra mente? ¿Estaremos atrofiando nuestra imaginación? ¿Puedes pensar en ello?

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