jueves, enero 04, 2007

caballero sin espada (1939, frank capra)

Necesito una espada. Pero no una cualquiera, no. Una con nombre. Una de esas que pueda tutearse con Tizona, Colada, Excalibur, Durandarte o Joyeuse y no ser de menos. Que sólo con mencionarla, a alguien con la conciencia poco tranquila, le recorra un sudor frío por el cuerpo y le cueste tragar saliva. Vamos, lo que se dice una espada. Todo esto viene a cuento de que he estado en un edificio regentado por la Administración Pública y me he sentido ofendido en mi honor (como si supiese qué es eso). El caso es que he entrado en la sala, he esperado pacientemente más de 10 minutos a que la única persona e ignorante (conste que no es insulto sino descripción, ya que como no sabía la mitad de las cosas se levantaba cada dos por tres a preguntar) funcionaria que atendía el mostrador de información, solucionase sus dos dudas (no ha hecho más preguntas) a la ciudadana que estaba delante de mí. Se ha tratado de colar uno en mi lugar (me hubiese encantado poder mirarle y enseñarle el pomo de la espada que no tengo), pero se ha arrepentido en el último momento. Quizás mi mirada también haya influido. Y la buena señora me ha despachado en cinco segundos.
Total, que me he dispuesto a esperar mi turno como el resto de las no menos de 30 personas que ahí estaban. Pero la Administración es una cajita de sorpresas y para atender a todos esos buenos ciudadanos ha considerado que, a pesar de tener más de 15 mesas disponibles (me he preocupado en contarlas), le bastaba utilizar a 5 de sus abnegados trabajadores. Lo cual me ha llevado al la siguiente reflexión: ¿sobran mesas o faltan funcionarios? Dicho de otro modo ¿las mesas están por ocupar espacio y que no se vea desangelado o casualmente hoy se han ausentado en ese momentos, al menos otras 5 ó 6 personas?
En fin, que además, cuando ha llegado mi turno, ya ni recordaba el tiempo que llevaba allí, he tenido la suerte de que el funcionario en cuestión tuviese ganas de guerra y sólo encontrase objeciones a mi solicitud, sin preocuparse de que yo entendiese lo que él quería decirme. Y hubiese sido un momento tan bonito …. Sacar mi espada y decirle, “Mire caballero, yo no le estoy entendiendo muy bien, así que mejor se lo explica a mi amiga, para ver si así entre los dos conseguimos entenderle, zanjamos este asunto y nos vamos a casita a comer ¿le parece?” Pero al final me he tenido que defender con las armas de la diplomacia, de la serenidad y la tranquilidad y he conseguido el objetivo buscado.
Pero hubiese estado bien, enseñar la empuñadura de mi (no) espada. Aunque no tuviese nombre.

PD: ¡Vaya con los autobuses urbanos! Ahora que se acercan las rebajas, ellos suben los precios. Tendré que presentarles a una amiga mía.

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