martes, enero 23, 2007

el florido pensil (1994, andrés sopeña)

Hace tiempo que no los veo. Si acaso, como parte del uniforme de los escolares. Pero la verdad es que apenas se ve alguno. Y cuando se ven, llaman la atención. ¿Dónde habrán quedado? Recuerdo haberlos tenido. Supongo que ya no estarán en casa, que se habrán perdido o tirado. Los recuerdo con cierta nostalgia, aunque los mayores recuerdos se centran en cuando no quería llevarlos. Me refiero a los pantalones cortos. A esos pantalones que de niños todos llevábamos y ahora nadie usa. Ésos, que dejar de llevarlos suponía que te estabas haciendo mayor, que dejabas de ser un niño. Ahora, ya, casi nadie los lleva. Ahora, ya, todos los niños visten como los mayores. Camisa, pantalón largo, zapatos, ....

Aún tengo fresca en la memoria las heridas en las rodillas, las manchas de hierba sobre la piel, los bolsillos en los que apenas cabían unas monedas, unas canicas y unos pocos cromos.... Creo que los tuve de varios colores, aunque nunca me preguntaron si me gustaban, simplemente cuando se necesitaban, se compraba y fin del problema. Tampoco es que tuviese muchos, recuerdo dos o tres, alguno sí que me gustaba, otros .... digamos que mejor para los domingos. También rememoro la primera vez que me compraron pantalones largos. Me estaba haciendo mayor. Y junto con los pantalones cortos aparecen en mi memoria imágenes de interminables partidos de fútbol en la calle, de canicas perdidas por no meter en el gua, de colecciones incompletas de cromos, de chucherías compradas con ojos golosos, de cuando el invierno era invierno y el verano verano.

Imagino que todo ha cambiado, que ya no se fabrican pantalones cortos, simplemente porque ya no se compran, porque en las pelis americanas, los niños llevan el último modelo de zapatillas y los pantalones son largos. Porque en las series de la tele, los niños juegan con el ordenador o se conectan a internet o ven un deuvedé. Y, quizás porque todos hemos aprendido un poco de inglés, y ya no jugamos con canicas, ni al escondite, ni al burro, ni a .... nada. En fondo, ya no jugamos a nada. Ahora hablamos de sofgüer, de cedés, de pleis y otras historias.


PD: ¿Será que ya me estoy haciendo mayor por lo que añoro lo de antes? Por cierto ¿dónde está el señor de Tulipán y su helicóptero?

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