jueves, enero 18, 2007

gran hotel (1932, edmund goulding)

Con este sentimiento melancólico que me invade en los últimos días, me he acordado de que siempre hay vivencias que uno ha querido vivir y que, por circunstancias, no lo ha hecho. Digo esto, porque envuelto por las sensaciones éstas, siempre he deseado vivir en una pensión. De las de antes, digo. De aquéllas en las que el huésped era uno más de la familia que regentaba la pensión. En una de ésas en las que se comparten las alegrías y los problemas, las risas y los lloros. Y quizás tengo la imagen de esas pensiones o fondas distorsionada. Quizás no sean como las he podido ver en televisión o en el cine, pero no importa, el caso es la experiencia vivida. Sólo en una ocasión me acerqué a algo parecido.
Fue ....... hmmmmm ..... hace ya ..... hmmmmm ..... ufffff ...... ¡¡¡diez años!!! Y sin embargo, tengo fresco ese recuerdo. Estábamos haciendo el Camino de Santiago (a ver si alguna vez cuento esa experiencia) y llegamos a .... creo recordar que Sahagún, un pueblecito cercano a León. Era una de nuestras últimas etapas, ya que cuando llegásemos a la capital nos volveríamos a nuestro pueblo (debo matizar que iba junto a dos amigos más). El caso es que hablamos con algún lugareño, no recuerdo el motivo, pero siempre hablábamos con la gente de los pueblos, y nos recomendó que fuésemos a esa pensión. Recuerdo que el día era muy luminoso (obvio, dado que era el mes de julio) y que el sol iluminaba un comedor bastante grande, lleno de mesas y armarios con vajilla. Lo regentaban, o al menos en ese momento se encontraban allí, la abuela, la madre y la hija de la familia en cuestión. Nos trataron como si nos conociesen desde siempre, como si hubiésemos salido esa misma mañana de allí y hubiésemos regresado para almorzar. Recuerdo también unos fantásticos bocadillo de embutido de la zona y una conversación muy agradable sobre sus vidas, las nuestras, nuestro pueblo, el Camino, .... Cuando hubo que despedirse, casi daba hasta lástima hacerlo. Durante un rato nos habían acogido y su hospitalidad nos había envuelto en una atmósfera muy agradable. En fin, supongo que es otro motivo para desear haber vivido en una pensión, pero, me parece que ahora ya soy demasiado mayor para eso.


PD: ¿Por qué será que me gustan las cosas simples? ¿Por qué me conformo sólo con ser una persona normal? ¿Por qué me resulta tan difícil ser una persona normal?

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