martes, enero 02, 2007

la escuela de don cato (1972, tomás salvador)

El otro día estuve escuchando unos discos. Sí, de los de vinilo de toda la vida. No fue una acción premeditada. Simplemente surgió. Fue la celebración del Año Nuevo. Tomando una copa y con una amena charla, brotó la idea. Eso hizo derivar la conversación a otros derroteros y todos recordamos situaciones pasadas. Y, posiblemente, en el fondo, las comparamos con las presentes. El respeto con el que entrabamos en aquellas tiendas de discos. El cuidado con el que buscábamos aquél que habíamos ido a buscar. La impaciencia con la que esperábamos que los auriculares quedaran libres para poder escucharlo y comprobar lo bien que sonaba. Y lo comprábamos.

Acelerábamos el paso para llegar cuanto antes a casa. Con mucho cuidado sacábamos el disco de su funda. Lo agarrábamos con las yemas de los dedos del perfil por miedo a mancharlo y que ya no sonase igual. Colocábamos la aguja del tocadiscos con suma delicadeza no fuese que lo rayásemos en el último momento. Y lo escuchábamos al tiempo que leíamos las letras de las canciones impresas en aquel sobre gigante. Poco importaba el idioma en el que estuviesen escritas. Leíamos e intentábamos memorizar esas canciones. Y luego escuchábamos la cara B, que siempre he sentido que era el lugar en el que estaban las peores canciones, pero, con el tiempo descubrí que se escondían hermosas historias. Y después de escucharlo, lo guardábamos con cuidado junto con el resto. Y eso sólo ocurría cuando estábamos solos, porque cuando lo hacíamos rodeados de amigos, la experiencia se multiplicaba y todos nos sentíamos conectados en una vivencia superior a nosotros.


Y ahora sólo hay cedeses. Que nos obligan a sacar lo mejor de nuestra espiritualidad para no coger una recortada y salir a la calle a disparar a todo lo que se mueva, sin importarnos nada ni nadie y todo ello, simplemente porque a alguien se le ocurrió envasar al vacío ese cedé que deseábamos escuchar y sumergirnos en el recuerdo y tratar de volver a recuperar aquella experiencia de tiempos pretéritos.

PD: No sé si cualquier tiempo pasado fue mejor, pero en ocasiones lo parece.

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