
El hecho de ir mirando hacia abajo en lugar de hacia arriba (tampoco digo que miremos constantemente al cielo) hace que, en ocasiones, nos sorprendamos porque el cielo está raso y de un azul brillante. No asombra que en los tejados haya adornos detalles, molduras o estatuas y en las fachadas aparezcan escudos o blasones y nos preguntamos cuánto tiempo llevarán ahí o si las han puesto hace poco, cuando la realidad es que llevan siendo testigos mudos de nuestra vida desde que el edificio en cuestión se creó. Personalmente tengo una especial debilidad por las plazas escondidas, por eso pequeños espacios ocultos en los que apenas un par de bancos de madera, algún columpio infantil y, si acaso, alguna fuente olvidada junto a algún árbol poco cuidado se convierten en una especie de oasis para las casa que les rodean. La lástima es que cada vez veo menos de ésas y me encuentro más columpios prefabricados, más incómodo mobiliario de diseño, más farolas estéticamente muy bonitas pero con la luz más tenue. En fin, cada vez todo más bonito, pero con menos encanto.
PD: ¿Todo esto influye en que cada vez jueguen menos los niños en la calle? ¿Quizás porque no tiene un lugar propio en el que jugar en la calle, como hemos hecho los demás, no desarrollan su imaginación? ¿Nos estamos cargando la infancia de los niños?
1 ingredientes:
Si,mucha nostalgia de nuestros juegos e infancia.Los niños de ahora tienen otros espacios,no peores ni mejores diferentes mas...¿tecnologicos?si.Cuando los veo jugar pienso:poca imaginacion,pero mucha creatividad.Es otra generaciòn cada una con sus vainas.Fijo que dentro de 20 años recordaran esas tardes maravillosas en que jugaban a la maquinita a un tal Mario no se que.
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