
Y esto me ha hecho recordar cuando fueron desapareciendo los antiguos ultramarinos. Los supermercados se convirtieron en una competencia contra la que no se podía luchar. Algo parecido con lo que ocurre ahora con respecto a las grandes superficies. Siempre me llamaron la atención esos locales repletos de conservas, embutidos, utensilios de cocina y .... ¡¡¡caramelos!!!! Lo mismo podías comprar un embudo que cuarto y mitad de chorizo. Recuerdo aquellos mostradores de corcho (al menos, a mí me parecía corcho), entre penumbras, con los embutidos suspendidos del techo a través de ganchos, con las estanterías rebosando de latas, las botellas abarrotando las baldas mas altas, ... Y con cierto aroma que ahora no sería capaz de describir. Una mezcla de olores, dulces, salados, a fruta, a jamón, ....
Pero cerraron. No se podía hacer frente a los supermercados. Más espacio. Más productos. Menos esperas. Autoservicio. Vamos, todo facilidades. Y, más o menos, eso es lo que está pasando con las tiendas que cierran en mi pueblo. Que la vida se está volviendo muy cara. Que hay muchos gastos y que no hay tiempo para esperar a obtener beneficios. Y precisamente esperar es lo que no quiere nadie. No esperar para divorciarse. No esperar para cambiar el aspecto físico. No esperar para preparar la comida. No esperar para hacer la compra. Lo dicho, no esperar.
PD: ¿Además de en los pueblos chiquitos, siguen existiendo esas tiendas de ultramarinos? Sé un pueblecito en el que sí. Espero que se sigan manteniendo en el Reino, sería síntoma de que todavía nos queda recuerdo.
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