
Ahora ya no se ven esas situaciones. Ahora todos vamos más deprisa. Ahora todos queremos llegar antes a cualquier sitio. A trabajar, a hacer la comida, a coger un autobús, a ... Y claro, eso afecta a todo el mundo. Incluso a quienes hace unos años disfrutaban de esos quince o veinte minutos sin hacer nada, sólo sentados en aquellos viejos bancos de madera rojos. Ahora ni son rojos (al menos en mi pueblo), ni, me temo, dentro de un tiempo serán de madera. Ahora quienes leían el periódico, lo siguen haciendo, pero en un bar, en una cafetería, junto a un vaso de vino o un café. Ahora quienes daban de comer a las palomas, además de ser potenciales delincuentes, tienen prisa por llegar a casa, limpiarla, hacer la comida, poner una lavadora, ... y ya no tienen tiempo de sentarse en un parque. Todo lo más tienen un perro y lo pasean deprisa y corriendo (me acaba de venir un par de ideas, hablaré otro día de las amas de casa y de estos pequeños perritos).
De modo, que los tiempos están cambiando, lo mismo que hay un cambio climático, pero en este cambio, quien lo está dirigiendo es el reloj. Todo por llegar antes. Hasta perder instantes de paz personal y felicidad.
PD: ¿Por qué los bancos de las calles, plazas y parques son ahora tan supermodernos y ergonómicos? ¿Alguien se ha dado cuenta de que no son cómodos? ¿Es ése el objetivo? ¿Que no nos sentemos y disfrutemos de nuestros minutos de felicidad?
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