sábado, marzo 10, 2007

coleccionista de canciones (2006, camila)

De manera voluntaria, o inconscientemente, todos hacemos colecciones. No nos importa de qué, pero las hacemos. Supongo que los objetos de nuestras colecciones particulares nos hace sentir felices en la contemplación de los mismos o, quizás, simplemente en el hecho de conseguirlos, o por sabernos poseedores de algo único y con un significado especial e increíble para nosotros. Y creo que es esto último lo que nos satisface. Saber que aquello que guardamos como preciados tesoros tienen una conexión exclusiva con nosotros que sólo conocemos y que por más que tratemos de explicarla, no conseguimos transmitir esa pasión, esos sentimientos, esas sensaciones que nos producen estos objetos tan queridos y deseados.

Conozco quien colecciona llaveros, quien tuvo en su momento, cientos de insignias (bueno, vale, les llamábamos pins), quien guarda billetes antiguos, sellos, dedales de porcelana, monedas, billetes de autobús, e, inclusos, sé de quien colecciona azucarillos, es más conoce la historia del azucarillo en el Reino y la evolución desde sus inicios hasta hoy en día. Yo, por el contrario soy más .... digamos extraño. Tengo mi particular colección de ... televisiones con diapositivas. Sí, aquellos pequeños televisores de plástico, que se utilizaban como perfectos recuerdos de la ciudad, y, a través de su mirilla podíamos ver unas 8 diapositivas con las mejores vistas de la ciudad anunciada. Lo sé, como colección es algo pobre, pero me encantan, disfruto por el hecho de lograrlas, de buscar un lugar donde lucirlas, de comprobar cuáles son esos lugares tan emblemáticos del pueblo en cuestión y comprobar si con el paso del tiempo han variado.

También hago otra colección, aunque reconozco que no soy un coleccionista al uso, dado que no voy buscando, creo que simplemente me encuentran esos objetos a mí. Decía que tengo otra, me gusta guardar y comprar los estuches de los caramelos Pez. Sí, esos caramelos diminutos y cuyos estuches no tienen mayor particularidad que aparecer la cabeza de algún personaje de dibujos animados. Me gustan. Me recuerdan a los buenos momentos vividos frente a la televisión o en el cine. No sé, sé que mis colecciones no son al uso, y que incluso puedan no ser las mejores del mundo y no llamar la atención, pero me gustan por las sensaciones que me hacen aflorar. Y ¡qué demonios! son mías.


PD: ¿Tenemos todos la necesidad de coleccionar cosas? ¿Es un modo de atrapar sentimientos? ¿Disfrutamos de ellas?

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