
Hoy es Viernes Santo. Por tanto, hoy toca procesión. Normalmente siempre he ido a otro pueblo a verla y participar de ella (a otro pueblo, más pueblo que mi pueblo, se entiende). No sé el motivo, pero me gusta ir allí en esta fecha y ser uno más de esos devotos y fieles que acompañan a los pasos. Supongo, que será igual que las procesiones que se realizan en otros lugares con mayor tradición y/o fama. No digo ni mejor ni peor, que no lo sé, que siempre he ido a este pueblo más pueblo que mi pueblo. Pero es distinta porque es la que yo siento como propia, aunque suene un poco egoísta. Seguro que no varía en mucho a la de otros sitios. Recorre unas cuantas calles, los pasos van por la calzada portados por esforzados nazarenos y el público, con paso lento, respetuoso y en silencio, por las aceras. Y sólo se escucha los redobles de los tambores, el sonido de alguna trompeta y el tañir de alguna campana lejana.
Siempre, lo que más me ha gustado, ha sido ir acompañando esas escenas de la Pasión con unos cirios enormes encendidos. Siendo críos, jugábamos, durante la procesión, a acumular la cera derretida en la palma de la mano que no sujetaba la vela. Cosas de niños.
PD: ¿No era éste el tiempo de torrijas? ¿Por qué identifico ciertos momentos de la vida con comidas? ¿Soy el único? Me he dejado de contar un montón de cosas de la procesión. Para el año que viene.
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