jueves, mayo 10, 2007

amistad (1997, steven spielberg)

Creo que me encontró él a mí. O tal vez nos encontramos. Desde luego no le encontré yo. Un anuncio en un tablón. Una llamada. Una visita. Otra llamada. Y ya estábamos viviendo juntos. No éramos la pareja perfecta. Tampoco nos faltaba mucho para serlo, pero no lo éramos. Su veteranía y mi juventud. Su experiencia y mi impericia. Su soledad y la mía. Como siempre, imagino, fue el destino quien nos unió. Sin darnos cuenta, nos tomó de la mano y nos condujo por calles, situaciones, personas, afectos, ... hasta que logró que estuviésemos frente a frente. Tuvo que ser eso. Yo no percaté ¿y tú?

Siempre me ha encantado su socarronería. Creo que contrastaba con mi humor irónico, sarcástico y punzante. ¡¡¡Cuánto me he reído cuando analizaba el incendio del Windsor!!! No creo recordar una conversación en la que hay disfrutado tanto como en aquélla. Hubo muchas otras en las que reí como un niño chico. Y le gustaba. ¡Vaya si le gustaba! Se crecía en esos momentos, y recordaba sus tiempos de actor, de camarero, de doblador de voces, de … Ahora es escritor. Ni bueno, ni malo. Escritor. Aunque debo reconocer que ese café descafeinado soluble con leche desnatada y sacarina, nunca fue de mi predilección. Decía que era para no engordar, pero luego, en la hora de la merienda, bien que se hartaba de galletas, o turrón, o cualquier otra cosa. Eso sí, con el café no engordábamos.

Sigo recordando aquella voz metálica (tuvo un problema en la garganta y tuvieron que operarle y … bueno, que soy un poco hipocondríaco, pero imagina), esa chaquetilla de lana, el pañuelo en la garganta y los cabellos mojados hacia atrás y diciéndome: “Hombreeeeeeee, colega, ¿qué tal?” Genial, impagables esos momentos en los que asegurabas que querías ver el telediario, pero luego eran cabezadas tras cabezadas, hasta que decidías que ya estaba bien de ver la tele.

Con él, aprendí unas cuantas cosas de la vida y de las personas. Esta entrada se la debía. GRACIAS MARIANO.


PD: ¿Todo el mundo tiene a alguien grabado a fuego en la memoria o en el corazón? ¿Alguien con quien sólo su presencia aparece un atisbo de felicidad? ¿Alguien a quien sólo con recordarlo asoma una sonrisita en nuestra cara? ¿Alguien como … mi Mariano? Y que conste, que soy un afortunado. No sólo él es capaz de lograr que mude serio rictus cuando desempolvo recuerdos.

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