sábado, julio 21, 2007

la merienda campestre (1863, edouard manet)

Anoche me invitaron a un picnic. Como propuesta no dejaba de ser extraña y como uno no puede evitar querer estar en todos los fregados, acepté rápidamente y de buen grado. La única recomendación que me dieron era que lo único que debía llevar era hambre. Así que ni merendé. La cita era ya de noche, lo cual añadía más encanto y, al mismo tiempo, mayor misterio a la situación. Minutos antes ya estaba preparado para el momento. Me llamaron. Bajé. Monté en el coche. Y de picnic que nos fuimos. Ya casi había anochecido, de modo que en el ambiente flotaban cierta ilusión y expectativas sobre lo que pudiera suceder.

Debimos coger la noche más fría de todo el verano. O, quizás, es que las noches de agosto no son las más propicias para hacer estas cenas camperas. Omitiré que el primer lugar al que nos dirigimos tuvimos que desecharlo por carecer de la iluminación más adecuada a nuestras pretensiones (en realidad, no existía ni una farola, aunque, en honor a la verdad, era el más adecuado), el segundo fue descartado por la compañía en la mesa más próximas (no sé yo si estaban cenando, pero que estaban fumando algo, seguro). El tercero fue el definitivo. En parte por no buscar más, en parte porque ya no quedaban muchos lugares donde hacerlo, y, finalmente, porque a ese paso, iba camino de convertirse más en desayuno que en cena (bueno, he exagerado un poco).

Los anfitriones se habían esmerado, todo sea dicho. No faltaba de nada para que fuese el clásico picnic. Ensalada, fritos varios, surtido de quesos, unas cervecitas, una barra de pan y la tradicional tortilla de patata. Además, comiéndolo en ese juego de picnic que todos tenemos por casa arrinconado. Lo dicho. No faltaba de nada. Incluso hubo ¡¡¡café!!! (existe alguna foto, pero las dejo para otro proyecto que tengo, que ya comentaré) No faltó de nada. Hasta la cena iba en una de esas cestas de mimbre.

Al final acabamos en casa, emulando a Jeff Bridges (en su papel de El Nota, en “El gran Lebowski”) bebiendo un Ruso Blanco (que es una bebida). Había que quitarse el frío de encima. Sólo puedo añadir que gracias a ambos por esa fantástica velada.


PD: ¿Por qué las cosas más simples despiertan nuestras ilusiones y anhelos? ¿Por qué algo nimio puede hacernos sentir rejuvenecer? ¿Por qué la gente ya no hace picnics o meriendas (comidas o cenas) campestres?

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