martes, julio 17, 2007

los lunes al sol (2002, fernando león de aranoa)

"Stress post-vacacional" creo que se llama. Eso es lo que padezco. Así que, ahora mismo, creo que soy un enfermo. Aunque no tengo demasiado claro que el jefe me permita cogerme la baja por este hecho. No sé, me da a mí que no. Si a esta enfermedad que estoy sufriendo añadimos que soy, por naturaleza, hipocondríaco y aprehensivo, lo que obtenemos es la viva imagen del señor Allen (don Woody) en versión ibérica. Vamos, que lo estoy pasando fatal y mi cabeza no deja de sugerir preguntas, muchas de las cuales, incluso, dudo que tengan respuesta.

Pues eso. Que he vuelto a mi puesto de trabajo. Y, claro, después de varios días de asueto (¡qué coño asueto! de vacaciones, o, al menos, de no acudir a trabajar) mi organismo no está preparado para asumir esta rutina diaria de horas delante del ordenador, de folios que amenazan con sepultarme como no me apresure a solucionar ciertos asuntos, de llamadas de teléfono, de faxes, de correos electrónicos, de mensajes al móvil …. Aunque, bien mirado, y partiendo de cierta idea ya repetida aquí varias veces, en el fondo soy un afortunado. Porque stress post-vacacional, lo deben padecer quienes tienen que levantarse cuando aún no están puestas las calles y acudir a su puesto de trabajo, llámese éste, obra, mina, panadería, fábrica, …. ¡Eso sí que tiene que ser jodido! Así, que, tras esta nueva reflexión, creo que no debo quejarme, y como buen hipocondríaco, sufrir mi enfermedad en silencio.

Porque, claro, imagino que este stress, también dependerá del tipo de vacaciones de cada uno. Que si uno se va con la rival, las criaturas, la suegra, la madre, una tía solterona de Cuenca y un sobrino hiperactivo a la costa, a un apartamento de sesenta metros cuadrados …. Pues, claro, lo que tendrá será stress vacacional, y volver al curro será encontrar un oasis de paz y tranquilidad. Pero si en vacaciones te has dado la vida padre, tumbado en una hamaca y bronceándote … entonces, ahora no hay que quejarse, que ya ha existido ese momento de cercanía con la felicidad.


PD: ¿Por qué tendemos a mirar sólo lo nuestro, nuestros problemas y no atender los de los demás? ¿Incluso cuando los nuestros son nimias preocupaciones en comparación con otros? ¿Será verdad eso de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio? ¿A alguien le cabe una viga en su ojo?

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