miércoles, septiembre 26, 2007

el caballo blanco (1898, paul gauguin)

En ocasiones suelo comentar que en el frente debo tener un cartelito que dice: “Ven y cuéntamelo”, porque si no es así, hay cosas que no se entienden. La gente viene y me narra sus historias, sus problemas, sus inquietudes, ... Y está muy bien eso, me gusta, me quedo sorprendido algunas de las veces, pero, digamos que llena mi ego el saber que hay quien se siente cómodo al hablar conmigo, o, mejor, al escucharse en voz alta frente a mí. Todo esto vine a cuento de algo que me ha pasado hoy y que aún trato de asimilar, algo que, podría calificar como insólito, aunque, tal vez, no lo sea tanto. No sé.

Lugar: un videoclub de mi pueblo. Le he visto nada más entrar. Ojeaba (y hojeaba) una revista. Estaba al fondo del local. Justo en el lugar al que me dirigía yo. Conforme llegaba a su altura, iba diseccionándolo visualmente sin que se percatase de ello. Calzaba una botas de monte. Unos calcetines claros se asomaban por encima y recogían en su interior unos pantalones de chándal gris de algodón. Una camisa de leñador en tonos rojos y verdes, luchaba por salir del pantalón y, poco a poco, lo iba consiguiendo. Por encima de la camisa, un chaleco amarillo reflectante, con sus dos bandas grises reglamentarias. Pañuelo anudado al cuello. Bigote. Gafas. Un sombrero de vaquero tejano. A medida que me acercaba he pensado “Si tiene un caballo, ya lo cuadra todo”. Al llegar junto a él, me ha comentado sin mirarme ... “¡Ésta es la que quiero comprarme!” “¿Perdón?” “Sí, estoy ahorrando para comprármela”. Y, por primera vez he mirado a lo que me señalaba con la barbilla. Y he flipado. ¡¡Una pistola!! Me hablaba de una pistola. Bueno, en realidad era un revólver, el arma típica de alguien del Lejano Oeste. He asentido con algún murmuro que ni yo mismo he comprendido. Le he mirado, y me he marchado. Nada más. No necesitábamos nada más. Nos habíamos entendido. Él estaba sólo y necesitaba un arma. Yo estaba sólo y necesitaba una peli. Distintas versiones. Una misma realidad.


PD: ¿Por qué cada vez más lo videoclubes se parecen a las tiendas de los chinos? ¿Por qué las armas nos producen tanta atracción? ¿No es una contradicción que un videoclub venda libros?

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