
Lugar: un videoclub de mi pueblo. Le he visto nada más entrar. Ojeaba (y hojeaba) una revista. Estaba al fondo del local. Justo en el lugar al que me dirigía yo. Conforme llegaba a su altura, iba diseccionándolo visualmente sin que se percatase de ello. Calzaba una botas de monte. Unos calcetines claros se asomaban por encima y recogían en su interior unos pantalones de chándal gris de algodón. Una camisa de leñador en tonos rojos y verdes, luchaba por salir del pantalón y, poco a poco, lo iba consiguiendo. Por encima de la camisa, un chaleco amarillo reflectante, con sus dos bandas grises reglamentarias. Pañuelo anudado al cuello. Bigote. Gafas. Un sombrero de vaquero tejano. A medida que me acercaba he pensado “Si tiene un caballo, ya lo cuadra todo”. Al llegar junto a él, me ha comentado sin mirarme ... “¡Ésta es la que quiero comprarme!” “¿Perdón?” “Sí, estoy ahorrando para comprármela”. Y, por primera vez he mirado a lo que me señalaba con la barbilla. Y he flipado. ¡¡Una pistola!! Me hablaba de una pistola. Bueno, en realidad era un revólver, el arma típica de alguien del Lejano Oeste. He asentido con algún murmuro que ni yo mismo he comprendido. Le he mirado, y me he marchado. Nada más. No necesitábamos nada más. Nos habíamos entendido. Él estaba sólo y necesitaba un arma. Yo estaba sólo y necesitaba una peli. Distintas versiones. Una misma realidad.
PD: ¿Por qué cada vez más lo videoclubes se parecen a las tiendas de los chinos? ¿Por qué las armas nos producen tanta atracción? ¿No es una contradicción que un videoclub venda libros?
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