lunes, agosto 25, 2008

vercingétorix hace entrega de sus armas a julio césar (1889, lionel noël royer)

Hace veinticuatro años dormí y soñé despierto al tiempo. Hace veinticuatro años, sin tanta tecnología, sin tantos medios de comunicación, sin una información tan inmediata como la de ahora ... fui subcampeón olímpico. A miles de kilómetros de distancia, lo fui. Como lo fueron Héctor Quiroga o Martín Tello. Seis juegos olímpicos después vuelvo a alcanzar ese puesto. Quería haber subido un peldaño más, pero no he podido, casi, pero no. En Los Ángeles un grupito de universitarios comandados por un tal Michael Jordan y un tal Bobby Knigth nos derrotaron, pero nos importó poco, ese segundo puesto era nuestro El Dorado particular. Esta vez no, esta vez queríamos el oro de verdad, la medalla buena, la gloria, el laurel... Y no han sido un grupito de jovenzuelos imberbes quienes nos han privado de ello, no. Han sido las grandes figuras, los mejores a nivel mundial quienes no han querido que lo lográsemos...


Pero han tenido que sudar, han tenido que sufrir, han tenido que esforzarse al máximo porque si no hubiese sido así, ellos ocuparían ahora nuestro lugar. Veinticuatro años después, puedo gritar con orgullo y con la cabeza bien alta, porque sé que esto no es flor de un día, ¡¡SOY SUBCAMPEÓN OLÍMPICO!! Y, tal vez, ahora me encuentro un poco dolido por ello, y recuerdo alguna otra situación del pasado, y sigo molesto por ello, pero sé, que mañana me levantaré por la mañana y podré decir ¡¡ SOY SUBCAMPEÓN OLÍMPICO!! Y lo haré contento, sin lamentarme, envalentonado porque lo disfrutaré y dejaré en el pasado los “angolazos”, las clasificaciones por debajo del octavo lugar, los amargos cuartos puestos....


Y antes de acabar debo dar las gracias a Pau, Rudy, Ricky, Juan Carlos, José Manuel, Felipe, Carlos, Raúl, Berni, Marc, Álex, Jorge y don Alejandro. Pero, principalmente tengo que darles las gracias a Beirán, Llorente, Arcega, Margall, Sibilio, Romay, Martín, Corbalán, Solozábal, De la Cruz, Iturriaga, Epi y don Antonio Díaz-Miguel porque ellos me envenenaron e inocularon este mal en mi cuerpo que se llama BA-LON-CES-TO.



PD: ¿Por qué cuándo sueñas con algo y no lo consigues te inunda la amargura? ¿Por qué, pasado el tiempo, valoras lo logrado?

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